Periodista colegiado CPPA nº 459. Andaluz de Jerez. Socio de @anisalud y @aprensajerez. Noticias TV, radio, prensa y redes. News influencer. Analista de política y economía. Ahora en transformación digital.
29 oct 2005
Madrid, te quiero
Hace muchos meses que no viajaba a Madrid. Mal hecho. Esta es una ciudad acogedora. Si ganas la batalla el primer día, el Foro se rinde a tus pies y de atrapa para siempre. Entre una cosa y otra he pasado casi seis años de mi vida aquí y Madrid me gusta.
En el tren me encuentro con Ismael (ya les he contado algo más abajo) y con Bibiana Aido, fashion total, nuestra delegada provincial de Cultura, un primor la chica, que no para de hablar por el móvil sin saber que el peligro se sienta justo delante de ella y que lo está escuchando todo (mira que recomiendan hablar entre vagones, pero los políticos son incorregibles).
¿Quieren saber de qué habló? Ni de coña, ustedes se quedan con las ganas, que Bibiana parece una buena chica. Y en su partido hay mucho cabroncete. En el mismo vagón viaja una soldado profesional, divorciada (lo siento, hablaba en voz alta por el móvil), vacilándole a unos novatos que no saben donde se han metido, en el Ejército de Bono.
A Madrid, has de llegar de noche, cuando la ciudad, animada siempre, te invita a perversiones profundas. Hummmm... Empieza por poner ritmo a tus pies y a tu estómago, una cenita en el Hard Rock Café, temiendo que alguno de los camareros sureños pierda el control y la botella de Havana 3 termine en tus narices o en tu cabeza. No hay peligro. Coño, con el menú y el personal, se me ha ido la pinza y me he perdido en el plasma quien canta en plan cañero Another brick in the wall. Da igual, los Pink Floyd en directo con el temilla tampoco están mal.
Los chicos del Hard Rock no paran, de puro amables casi te desconciertan, pero ya no ruge el torito bravo del fondo. Del HRC, directos a Malasaña, un buen vermut y a perderse por los garitos, que acaba de empezar la noche. Caigo en la cama rendido, no sé que ha pasado en la última hora...el runrún matinal de los coches al pasar me despierta, un buen desayuno y otra vez de marcha, esta vez a La Latina. Hay un bar absolutamente recomendable para cualquier gadita metropolitano: El Mentidero. Buena música (flamenco, pop, garaje, ochenta) y cositas ricas. Pregunta por Roberto, un camarero que aspira a vivir como actor. Un gran chico. Es de Jerez. El paseo, con el soporcillo del vermú, el tintito y la cerveza, y las buenas viandas (el jamón ahumado, de muerte), me lleva por el Madrid de los Austrias.
Hace una tarde genial (lo mejor es venir a Madrid durante los puentes, en los que los madrileños que pueden se piran al sur, a Santander o a donde coño pueden) y mola pasear por el centro, lleno de turistas y gentes amables, que saben venderte lo que sea. Es el caso de Mati, lleva 17 años vendiendo en una fenomenal tienda del barrio de Salamanca. Les juro que la ve Robert Rodríguez y la ficha para una trash road movie. Juraría que Mati tiene un Mustang escondido en algún garaje cercano. Subo hacia Claudio Coello, entro al Montenevado y bicheo zapatos que respiran en Geox. La gusa aprieta y pillo camino de Génova, no a ver a Rajoy, sino a Roberto, un excelente restaurador dueño del restaurante Abrasador, gentes con matadero propio en Toledo y un ibérico de lujo. He comido en su casa cuatro años seguidos y son casi de la familia.
Un paseo por la Castellana, pa bajar el espléndido almuerzo, pero no soy un héroe, esta noche toca teatro del bueno y música en directo. Me he comprado la Guía del Ocio y el Salir salir, donde la novia cadáver de Tim Burton no me quita ojo. Me acuerdo de la mare que parió a todos los responsables de que el AVE no hubiera llegado en su momento a Cádiz, porque venir a Madrid es necesario para ponerme en paz con todos mis fantasmas y apreciar cómo ha cambiado mi vida en algo más de año y medio. Cádiz es mucho Cádiz. Ya lo sé, pero Madrid no me mata, me da vida, ganas de enfrentarme a lo que haga falta. Esta ciudad curte, imprime carácter, sé que suena tópico, pero es así.
Sentado delante de mi portátil, conectado a este blog, le doy hoy carácter de lo que es realmente, un cuaderno de bitácora estelar. La nave de mi vida ha parado en Colón. Me quedan muchas horas por delante y hay tanto por hacer. Soy feliz desde el día de Virgen del Carmen. Y feliz porque siento que Madrid se pone de nuevo a nuestros pies, que aquí, en esta ciudad donde nadie es forastero y todos somos de Madrid, siempre tendré un gesto de cariño, una sonrisa o un euro que dar a alguien que lo necesita. En la estación de metro de Alonso Martínez siempre me encontraba a un negro (ellos prefieren ser llamados así) que cantaba canciones brasileñas. Me dijo un dia: "Compañero, un euro ni empobrece ni enriquece". Así es. Un día les mostraré en fotos uno de aquellos viajes matinales en Metro. Madrid, te quiero. Y mucho.