Por Alejandro Fatou, "Uno de los amarillos":
Planeamos nuestra boda mi mujer y yo con un año de antelación (el que se haya casado recientemente sabrá lo difícil que resulta conseguir una fecha para tan feliz acontecimiento). Entre las fechas que barajamos la que nos pareció más adecuada fué una que más tarde resultó inolvidable en todos los aspectos.Teníamos los nervios propios de una pareja que lleva tanto tiempo esperando hacer realidad un sueño y, además, preparar una boda hoy en día no es cualquier cosa, son mil y un detalles que tienen que salir bien pudiendo cualquiera de ellos empañar una celebración en la que deseas que no falle nada y todo resulte lo mejor posible.
A principios de temporada con el calendario en la mano solíamos comentar mis compañeros y yo en la grada el puntazo que sería jugarnos el ascenso en Chapín y contra el Jerez. Como me iba a imaginar que ese día se convertiría en un día histórico para todos los cadistas en general y para mí en particular.
Finalmente todos nuestros planes de boda se fueron cumpliendo y el destino quiso que el día de mi boda se convirtiera en una celebración en la que todo Cádiz salió a la calle para celebrarlo.
Ya en la ceremonia todos los invitados, algunos venidos desde Jerez comentaban el final apoteósico que podría tener el día si conseguíamos el anhelado ascenso. No nos podíamos imaginar el final apoteósico y la gran fiesta que nos esperaba.
Yo, por cierto, estuve en Jerez, aunque no viendo el partido sino en mi convite que se convirtió en una fiesta en la que se derrochó cariño, simpatía y, como no, cadismo.
Durante el almuerzo el tema de conversación en las mesas no era otro que el partido que más tarde se jugaría en Chapín, con un simpático pique entre Amarillos y Azulinos que comentaban cual sería el resultado final del partido y de si esa noche nos bañaríamos o no en las Puertas de Tierra.
El pitido inicial del partido coincidió con el comienzo del baile y de la posterior barra libre, le dimos instrucciones al disc-jockey de que estuviera atento a cualquier novedad en el resultado y cuando Oli marcó el primer gol se desató la alegría, el submarino amarillo empezaba a salir a la superficie de la Primera División y todos cantamos el himno extraoficial de nuestro Cádiz acompañando a la familia Peperonni.
Cuando Abraham Paz marcó el segundo todos cantamos de nuevo y una atmósfera de alegría contenida se desbordó Era un sueño hecho realidad. Todo el mundo andaba atento al transistor y cuando acabó el partido y logramos el tantas veces soñado ascenso algunas lágrimas rodaron por los rostros de algunos asistentes.
Algunos perdieron la compostura, los clásicos chaqués se habían reemplazado por unos trajes en los que el pantalón seguía en su sitio pero el lugar de las chaquetas había sido sustituido por camisetas y bufandas con los colores del equipo de nuestro corazón, todo ello provocado por la emoción que les “embriagaba”.
Lo habíamos conseguido, todo había salido a pedir de boca, los invitados nos felicitaban por la boda y mi Cádiz había logrado un ascenso tan esperado como merecido. Todos estábamos de enhorabuena en una fecha, de verdad, inolvidable.