20 feb 2006

Munich 1972, tan familiar



Munich 1972. Steven Spielberg lo ha vuelto a hacer. Su película, en estos días donde el terrorismo global nos mantiene sobrecogidos, solo quizas superada esa alteración por la gripe aviar, no es precisamente un bálsamo. Desde el primer segundo, te quedas clavado en la butaca. Las palomitas te sobran, la boca se te reseca cuando piensas (lo siento, no puedo desvelar el final) que todo te es demasiado familiar. Tanta información secreta que se cruza. Y el cruce de caminos, en ocasiones, es la muerte para el ejecutor. Joder, era la primera vez desde 1936 en que los Juegos Olímpicos regresaban a Alemania. La respuesta de Israel al atentado fue brutal, y desencadenó una reacción imparable hasta nuestros días.

Hay que hablar del sufrimiento, la masacre de Munich llevó a personas normales, idealistas, justos (¿todos lo somos?) a renunciar a sus valores, a su propia familia, por defender su patria, aquello en lo que creían. Los que no perdieron la vida, dejaron la conciencia en el camino, quizás su salvación. Condenados. Nunca una muerte justifica otra muerte, muchas veces la vida y el asumir responsabilidades es mucho más cruel. Yo quiero que mis enemigos vivan mucho, que no tengan Alzheimer y recuerden el mal que me hicieron, el que me hacen, y que, espero, no me hagan si leen estas líneas. Soy un iluso. Cuando uno comienza una guerra, sabe como comienza, pero no como acaba. Lo que si sabe es que habrá muertos a un lado y otro.

Trato de ponerme en la piel del judío Spielberg, pero no puedo. Imagino que para él, que tiene la capacidad de comunicarse con millones de personas, lo que viene haciendo en los últimos tiempos es una reflexión sobre su propia forma de ver la vida, sobre los valores que perdemos tan a menudo. Pero lo que Spielberg me transmite esta noche de viento y lluvia, en la que me siento delante del ordenador junto a quien más quiero, es el valor de la familia. Pero bien entendida, como aquellos que, ante la barbarie, te cierran los párpados, te dicen que te quieren -y lo sabes, lo notas- y te invitan a dormir con la conciencia tranquila de que, hoy, un día más, hiciste lo que creías honesto.

La web de Munich