Mañana se presenta la Fundación Alfonso Perales y muchos se acuerdan de él. La foto que ilustra este comentario fue tomada por la periodista Goretti Cornejo el 8 de marzo de 2004. Mis recuerdos sobre Alfonso son muy anteriores. Y lo digo como lo siento. Me entristece que mañana, cuando se presente oficialmente su fundación, algunos y algunas piezas se sumen a ese homenaje cuando, en vida, le hicieron la guerra a más no poder. Nadie se ha atrevido a hablar, ahora, de el lado oscuro de Perales. No es el momento y no lo haré, pero si acumuló un gran poder en el PSOE, y eso generaba -como ahora le pasa a Cabaña- no pocos problemas derivado del deporte nacional: la envidia. No sabría decirles la razón exacta, pero era un tipo que me caía bien. Probablemente porque era un caballero, que nunca perdía las formas por mucho que le disgustase lo que escribiera o dijera en los medios en los que trabajaba al final de los noventa. Espero que su fundación contribuya a engrandecer un partido lleno de buenas personas, y a ensalzar los valores que siempre le han acompañado. Lo contrario le incomodaría mucho, si viviera. Esta semana pasada, cuando gestionaba la presencia de Carlos Perales (su hermano) para el programa en el que colaboro en Onda Cadiz lo hice sabiendo que daría de sí, que era una de las personas más apropiadas -no solo por lazos de sangre- para evocar la figura del desaparecido dirigente socialista gaditano. Y no me equivoqué.