24 abr 2011

Almuzara acierta de nuevo

Almuzara, la audaz editora de Manuel Pimentel edita 50 razones para defender la corrida de toros. Es el libro que ha sentado las bases de la “tauroética” y de la defensa del mundo de los toros. Según su autor, “las corridas de toros no son sólo disculpables, sino que además son defendibles porque son moralmente buenas”. El autor, Francis Wolff, estará en España, concretamente en Sevilla, desde el sábado 23 hasta el próximo día 1 de mayo. Su publicación, traducida del francés por Luis Corrales y Juan Carlos Gil, acaba de sacar al mercado la editorial Almuzara dentro de su colección Taurología, en la que este catedrático de la Escuela Superior Normal de París defiende el espectáculo taurino con argumentos paradójicamente en línea con los que piensan que se deben suprimir las corridas de toros.
Wolff no ataca la movilización prohibicionista que está llevando a muchos sectores de la población a rechazar este espectáculo, ya que a su juicio cree que el fundamento de éstos detractores de la Fiesta Nacional es “generoso”, no obstante, alega que este mismo movimiento no tiene en cuenta los riesgos ni contradicciones que pregona la “pretendida liberación animal” frente a la cultura humanista, entre otros, los perniciosos efectos ecológicos de su supresión. 

Así, el autor apoya sin tapujos el ecologismo a ultranza al defender a los criadores de toros bravos, una de las últimas formas de ganaderías extensivas que existen en Europa en la que cada animal dispone de una extensión de 1 a 3 hectáreas de terreno. 

¿Puede alguien mejorar esta realidad tratándose de animales domésticos? Para Francis Wolff si se suprimen las corridas de toros muchas de estas tierras dedicadas al animal de lidia se entregarían al uso de la agricultura intensiva e industrial, un hecho que no dejaría de ser una curiosa inversión de valores, donde la mercantilización de lo viviente acinado en auténticas fábricas de filetes entraría en contradicción con la indignación que genera entre los que rechazan las corridas las condiciones de vida y muerte de los toros de lidia.

Igualmente, este ensayista francés defiende, entre otras múltiples cosas, que el toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme a su naturaleza y no es fruto del azar como asevera Wolff, ya que una ganadería de toros es el único caso en el que se debe respetar la exigencias de la vida salvaje del animal para preservar su bravura.

En definitiva un libro donde este catedrático de filosofía pretende desvelar el sentido ético y estético de la tauromaquia, así como contribuir a la promoción de sus valores culturales y humanos. “Las corridas de toros no son sólo simplemente un magnífico espectáculo. No son disculpables, sino que además son defendibles porque son moralmente buenas”, comenta su autor.

Francis Wolff es un filósofo francés que imparte clases como catedrático en la Escuela Normal Superior de la Universidad de París. Antes ha impartido clases en las universidades de Paris-X-Nanterre, en la de Reims y en la de São Paulo (Brasil), y recientemente, en Oxford. Entre sus obras: "Sócrates" (1994), "Aristóteles y la política" (1997), "El ser, el hombre, el discípulo" (2000), "Decir el mundo" (2004) y "Filosofía de las corridas de toros" (2007). 

Gracias a este último libro ofreció un memorable pregón taurino de la Feria de Abril de Sevilla y se lanzó a una campaña en defensa de las corridas de toros de la que es fruto este breve pero intenso y profundo libro que ha sentado las bases para posteriores defensas del mundo taurino.

(Breve extracto del libro)


La lidia no pretende torturar a un animal
indefenso, sino más bien al contrario consiste en
hacer pelear a un animal naturalmente predispuesto
para la lucha (de ahí el nombre de toro de
lidia, ver argumento [7]). Tenemos dos comprobaciones
empíricas evidentes: si se le hiciera la prueba
del puyazo a cualquier otro animal (un buey o un
lobo), huiría inmediatamente, puesto que la fuga es
la reacción inmediata de cualquier mamífero ante
una agresión. Sin embargo, el toro de lidia, lejos de
huir, redobla sus acometidas. Segunda comprobación:
cuando se le hace sufrir a un toro de lidia una
verdadera «tortura» (por ejemplo, una descarga
eléctrica como es el caso de algunas vallas electrificadas),
se escapa y huye. Este comportamiento es
justamente el contrario al de su reacción normal
durante la pelea en el ruedo.