Pilar Sánchez, la alcaldesa de Jerez, va madurando por momentos (por favor, me refiero a la política) y sé, a ciencia cierta, que cada vez resulta menos influenciable por aquellos que no la respetan en su condición de mujer que se ha ganado su posición a pulso. Ser alcaldesa de Jerez, por mayoría, es todo un lujo, una obligación y una responsabilidad. Pese a los cantos de sirena, el glamour del Parlamento y el Congreso, Pilar tiene una misión cuasievangélica en Jerez, librarnos de los efectos colaterales de tantos años de pachequismo. Y gobernar abriendo puertas y ventanas, situando a la ciudad en cotas de bienestar que merecemos (nadie nos dio nada por las reconversiones industriales que hemos sufrido), pero a veces es incapaz de transmitir sus logros con fidelidad. Hace unas horas me llegó (no pregunten cómo) una relación de los periodistas dispersados por toda la estructura municipal, sus nóminas finales y algunas consideraciones sobre cómo accedieron al puesto, afinidades y parentescos. Disparan con bala desde dentro. No voy a hacer más comentarios, pero está muy claro que no se aprovecha tal caudal de conociomientos y capacidades, y tantas horas de trabajo tan bien remuneradas al día. Yo no lo veo, lo prometo. Hasta podrían montar una redacción virtual para un periódico municipal en la red. Y un detalle, parece que hay fichajes en Onda Jerez, ¿no quedamos, estimado Pedro Rollán, que no podía hacerse nada, que nadie podía entrar por eso de la austeridad? Y encima ni siquiera de has informado del talante de alguno. Ten cuidado con los susurros matinales...
Pilar tiene que tomar una decisión. Hay quien le sitúa, gracias a la paridad, como número dos o número cuatro, según el sector del partido al que escuchemos, en la candidatura socialista de las próximas elecciones autonómicas 2008. Si se dedica al Parlamento de Andalucía restará tiempo a su misión jerezana. Y en eso no puede fallar. Hay que aprovechar la felicidad.