Esta noche un par de amigos me han llamado, las cosas no les van bien, pero se quieren mucho y se han ajustado el cinturón "para capear el temporal". El otro día, una amiga, sin trabajo a causa de la crisis de su empresa, se derrumbó al otro lado del móvil, y hace un rato acabo de leer un correo electrónico de otra persona, triste por ver a su media naranja, excelente profesional, llorar de rabia e impotencia mientras mira su carta de despido y la cuenta bancaria donde le han ingresado los 45 días por año trabajado. Sé de personas buenas, honestas, autónomos del transporte que han tenido que dejar sus camiones al banco, porque no pueden ni pagar el combustible. Y eso me rompe. He pasado un par de veces por las oficinas del INEM (aunque ahora sea el SAE), y en esos tiempos no suena el teléfono de todos los que se dicen amigos, compañeros, esos que te jalean para que que hagas lo que ellos no tienen agallas, perdón quise decir cojones u ovarios, de hacer, y luego comentan lo peligroso/a que eres. Esa panda de indeseables, de escoria, ya sabes. Cuando estás abajo pocos te echan una mano, y por eso cada vez que puedo lo hago, aunque cada uno ha de librar sus propias batallas, como es lógico. La crisis, para mí, tiene caras, apellidos, almas, y trato de hacer lo que puedo, pero no olvido -lo juro- a los fariseos que no mueven una ceja y esbozan esa semisonrisa acompañada de la frasecita: "Seguro que sales adelante". Ni les perdono, ni les olvido, y ellos lo saben. Es fácil estar al sol que más calienta por el careto, y pedir solidaridad para los que lo pasan mal. Ya, pero ¿qué es ser solidario para esta clase de gente? ¿te ayudan con la hipoteca? ¿con la factura de la luz? ¿el colegio de los niños? Ya. Estos días de crisis son un coñazo, porque te parten el alma. Yo paseo por las calles, hablo con mis gentes porque amo mi ciudad, aunque tenga el corazón partío con Madrid. Cuando andas con el corazón roto y la tarjeta del paro en el bolsillo, pocos te sonríen o ayudan. Me joden tanto los solidarios de boquilla, los que nunca han hecho nada por otro, ni se han pringado en esta profesión arriesgando para defender a quienes no pueden hacerlo porque no saben, no quieren o no pueden. Son tiempos para ejercer de buenos periodistas, de mejores jueces, de empresarios con corazón, y de políticos valientes (no conozco muchos, la verdad) no son tiempos para esa panda de fariseos que tienen tanto que callar, esos que nunca lo pasan mal porque orientan las velas al viento justo a tiempo, y se cuadran ante el comandante de turno sin pestañear. Esos son los verdaderamente peligrosos, líbreme Dios de los mediocres. Puede que sean tiempos de crisis, que pasará, pero no de cobardes. Y no lo soy, nunca lo seré. Por eso hago lo que puedo, y no lo cuento, no quiero medallas. Y cuanto a la crisis en los medios de comunicación, hablaremos otro día, sobre todo de cómo se prima a unos medios en perjuicio de todos. Esta canción de 091 fue mi himno diario, en mi viejo Volkswagen Polo, cuando todos los diablos se abatieron sobre mí tras la cabronada del kanalillo y me quedé en la puta calle. Hasta que un día le eché huevos y la crisis acabó. No olvido a los y las que tuvieron agallas de dar la cara por mí. Sé valiente. Puede que estés en la calle, pero no estás solo. No, mira a tu alrededor y lee este blog. Salud y libertad.
*Dedicado a tí, sabes que tengo razón.