Dicen que los palmeros en el dulce exilio sevillano le preparan un almuerzo sorpresa mañana a una ex directora general de la Junta, en un restaurante de la tercera edad. Que me guarden un sitio en la mesa, que no me lo pienso perder. Me he comprado una camisa flamenca, he mandado al tinte el trajesito de las grandes celebraciones y le he comprado un regalo a la ex para quedar como Dios manda.
Será que me voy flexibilizando un poco, aunque todavía no me manejo bien con las palmas y los piropos. Pero prometo no faltar a mis clases de sevillanas y ser bueno con esos palmeros en el exilio, a los que puede que pronto me una. Y no es cuestión de andar de uñas con ellos, con lo buena gente que son y los curros del diez que le buscan a quien les caen bien. A medrar de una vez.
Y es que lo importante son los resultados, a la vista de lo chunga que está la profesión en estos días salvajes de crisis galopante, con fusiones de infarto, ceses inesperados y sorpresas tremebundas. Os quiero a todos, queridos palmeros, vosotros sí que sabéis. ¿O no? Porque me imagino que Griñán ya os tiene caladitos. Cuidado con Pepe, que no tiene un pelo de tonto.