Pereza -
Debe ser este año tan intenso, tantos kilómetros, el caló, el agobio de tanta gente buena pasándolo mal, la tristeza de nuestras opciones políticas, la puta crisis de los cojones, el descaro con el que los rectores de bancos y cajas nos toman el pelo.
No me creo nada, he de tocarlo con mis dedos, pero de pronto -será el cansancio de tanto mediocre con pretensiones a mi alrededor- me doy cuenta de que "todo me sale genial, que me siento más cerca de los Beatles", que de los discos de jazz (maldita canción, llevo todo el día cantándola), que de pronto tengo ganas de asear el maletero del coche, buscar lo justo, agarrar de la mano a mi niña y salir volando, en busca de otros alicientes.
No pienso hacer propósito de enmienda en agosto, ni rendirme a lo que todos se rinden, no me siento un héroe, si acaso un magnífico tocapelotas a quien lo merece (muy bueno lo de Hildago en el papiro de Cai). Acaso con más información, argumentos y fuerza para que se frene un poquito.
Me estoy empezando a enfadar y mis cabreos son drásticos y constructivos. Algo tendré que hacer, no sé si llegaré al 1 de agosto sin hacer lo que me tira el cuerpo. ¿La canción? Coño, te lo he dicho, la que llevo cantando todo el día...
Mañana debería pasar por el kilómetro cuatro, a decirle a quien tanto me quería que no le voy a fallar, que me he apretado el cinturón, que esto se arregla. Bueno, él ya lo sabe, se sienta a mi lado cuando el Honda se pasa de la raya.
