16 nov 2010

Entre alcornoques, zeporros y guerra sucia


Hay ocasiones en las que alguien, con su prepotencia, termina haciéndose mucho daño. Eso le puede pasar a un personaje de la vida pública. Con su actitud va a conseguir todo lo contrario de lo que persigue y poner el foco sobre un asunto de hace varios años que igual prescribe y todo. Y eso si que es grave, que la lentitud del sistema deje sin dilucidar un asunto importante.

Recurrir a correos electrónicos intimidatorios (recopilados y preparados), a informaciones tendenciosas que pueden dañar la reputación de un profesional es innecesario. 

Es de ser un auténtico alcornoque, sobre todo porque, a la larga, el asunto terminará perjudicando a los amigos y compañeros de viaje y reavivará un tema que se convertirá en asunto de debate judicial, político y empresarial. Disparar un obús de gran calibre contra un pequeño blanco es malgastar munición.

Además, la metralla puede terminar saltando en la dirección equivocada. Muy triste y pendenciero. Dos medios de comunicación publicarán mañana este tema. Y habrá consecuencias legales. Cuestión de justicia. La difamación es un delito, pero eso no parece importar.